
“Debemos aceptar a los demás como son, con sus defectos y virtudes” ¿Cuántas veces hemos escuchado esas palabras? ¿Cuántos defectos se pueden aceptar? ¿Qué clase de defectos deben soportarse? “Todos y absolutamente” dirían los igualitarios.
Pero, ¿Debemos considerar problemas de habla, o de audición, problemas psicomotores, sanguíneos, entre otros, los más destacados ejemplos de “defectos”? “Para nada” dirían algunos, “Son solo condiciones con los que se puede vivir sin problema alguno y sin estereotipos ya establecidos de una <vida perfecta> bajo los lineamientos de un mundo artificial”.
Entonces, quitando todas esas condiciones con los que se puede vivir dignamente, ¿Cuáles defectos podemos considerar insoportables? “Ninguno, porque todos se pueden arreglar” dirían otros.
¿A quién creerle? ¿A quién darle la razón, a idealistas del nuevo siglo que no han tocado ni una sola hoja proveniente de los barrios venezolanos? ¿Será otro digno ejemplo de una “verdad ajena”?
Como dijo alguna vez el hijo de un guerrillero: “Es mucho más difícil comunicarle a los hijos que el hecho de tener un arma en la mano y amenazar a otro no es, necesariamente, un acto delictivo, sino de dignidad; depende de qué es lo que te está moviendo”. Por ejemplo, el Che Guevara, para muchos “Guerrillero Heroico”, para otros “Asesino Comunista”, pero bien establecido dejó, este célebre personaje, su influencia en este mundo, para bien o para mal, fue un gran defensor de sus ideales. Como nos enseñan todos en la escuela “Defiende lo que crees” ¿Pero hasta qué punto podemos defenderlo?
“El 25 de Septiembre del 2010, estuve al lado, por unos minutos, mientras me dirigía a mi destino en un transporte público, de un personaje muy particular. El mismo es reconocido por ser parte de una secta satánica y defensor de sus ideales, el cual fue acusado justamente (según investigaciones de la CICPC) por una masacre familiar de la más horrible que haya escuchado. Pero luego fue liberado, a diferencia del resto de sus compañeros (o cómplices) cuando demostró, no sé cómo, su inocencia. Así que no puedo asegurar, ni mucho menos desmentir, que estuve al lado de un asesino satánico. Todo esto me hizo pensar mucho, como ¿Al lado de qué persona podemos estar en un transporte público? ¿Con qué tipo de persona nos tropezamos por la calle? Ni idea, ¿Y qué hacer? ¿Aceptarlos como son? ¿Esperar un castigo superior? ¿Darle sentido a la frase <si no hay sufrimiento, no habrá bondad>?” Este ha sido un testimonio real.
Es bien difícil responder estas preguntas, más para los jóvenes. Y al parecer este tema está algo olvidado en los adultos. Pareciera que todo fuese a ser solucionado con el tiempo bajo la tutela de una “justicia impalpable”. Esperemos entonces que sea “justa” (Atribuyéndole, por alguna vez, sentido a esta palabra) oportuna y celebrada.
Solo nos queda pensar en la importante pregunta a la que Albert Einstein le dio harta trascendencia cuando la formuló, asegurando una gran significado al hecho de la percepción de la vida, y fue: ¿Vivimos en un mundo amistoso?
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